Es la obra mayor de la Semana Santa salmantina y una de las maestras del escultor
En ella se observa el típico carácter impuro del imaginero.
Por una parte vemos su clara filiación a los modelos del gran barroco, en especial a las fisonomías de Gregorio Fernández y su gusto por las anatomías de rasgos nerviosos, suavemente estilizadas, y las laceraciones de la Pasión (sólo hace falta compararlo con su Ecce Homo del Museo Diocesano)
Junto a ello, en una mezcla casi imposible, Salvador Carmona no renuncia a la estética rococó presente en la postura que consigue convertir el fuerte escorzo en un verdadero paso de ballet, suave y elegante, que dibuja danzantes perfiles en zigzag en las visiones laterales.
La imagen procesiona por un hermosísimo itinerario el jueves santo (Aquí ya pusimos un vídeo de su salida procesional)
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