Custodiada en el pequeño museo que mantiene la Basílica de San Juan de Dios de Granada, nos encontramos con una Virgen sedente que parece superar las fórmulas más romanistas (véase el mismo tema tratado por Jerónimo Hernández), en favor de un mayor manierismo que alarga sus proporciones, incurva levemente la parte superior del cuerpo y llena de una lejana melancolía la cara de la Madre, con unos suaves y elegantes plegados
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