La Hermandad de los Racioneros de Málaga encargó a Pedro de Mena en En 1676 dos esculturas arrodilladas de los Reyes Católicos que iban a ser destinados al retablo de la Virgen de los Reyes (talla tardogótica).
En realidad se pedía una copia a menor tamaño (el que siempre manejó mejor el imaginero) del conjunto realizado para la Catedral de Granada.
Para ellos retomó la posición orante (que las obras en San Jerónimo con el Gran Capitán habían iniciado), sumamente hierática (como el ejemplo expuesto) aunque con su tradicional delicadeza en el tallado de manos y rostros.
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