
Realizado en 1537 para la iglesia de San Marcos de Valladolid (en donde todavía se encuentra) bajo el mecenazgo de Diego de la Haya y su esposa, Doña Catalina Barquete.
Su estructura resulta bastante novedosa, rompiendo la estructura tradicional de cales con un segundo piso corrido en donde se sitúa un friso corrido con la Sagrada familia y la Epifanía.

Bajo ellos, y en posición orante, se encuentran los promotores.

En los pisos superiores están ocupados por una Inmaculada (aunque con Niño), Natividad y Anunciación y el tradicional Calvario rematando todo el conjunto.


Estructuralmente corresponde a formas platerescas, con grandes columnas abalaustradas y gran cantidad de decoración menuda.

Como corresponde al estilo maduro del maestro, las figuras se colocan en posturas forzadas, creando grupos de extraordinario dinamismo que emocionalizan la imagen, tradicionalmente serena, de la adoración de los Reyes Magos




Obra de madurez del maestro realizado en 1624 para un pequeño retablo de la capilla funeraria de Antonio de Camporredondo y Río, caballero de Santiago (iglesia del Carmen Descalzo de Valladolid).
El panel de grandes dimensiones estaba pensado para una contemplación casi frontal, ya que se encontraba a una altura muy parecida al del espectador.
El tema, como otros tantos que hemos visto en la Contrarreforma, no sólo se refiera al propio Bautismo de Cristo, sino que es toda una representación del valor de este sacramento, inaugurado doctrinalmente por San Juan Bautista en el Jordán.

Posiblemente por ello se prescinde de la representación tradicional del Renacimiento (con Cristo en pie, introducido en el río), colocándole de rodillas y en actitud de sometimiento y dándole una importancia mayor al gesto del Bautista, con una concha que se eleva sobre su cabeza. (Una composición semejante es utilizada por Martínez Montañés)

Sin embargo, frente a la del sevillano, Gregorio Fernández busca una mayor sencillez (eliminando personajes, como los ángeles de la izquierda) y una relación más intensa entre ambos personajes, que coloca de perfil, eliminando así al contemplador (Martínez Montañés lo involucra creando un movimiento en zig zag desde lo lejano (ángeles) a lo más cercano (Cristo) que vuelve hacia el espectador, que realmente sería la continuación virtual de este movimiento).
En este sentido responde a una estética más cercana al último manierismo, como se puede observar en esta obra de Mochi

La obra resulta también mucho más radical (y por ende, manierista) en cuanto al tratamiento de su relieve, creando figuras casi de bulto redondo en los personajes principales que salen del propio marco y eliminando los planos intermedios, volviéndonos a fijar la relación de Cristo y San Juan como objeto de la contemplación (obsérvese la diferencia con Martínez Montañés en la que vemos evolucionar lentamente los planos hacia el exterior siguiendo el movimiento que antes analizábamos, llegando a un medio relieve en los personajes fundamentales que nunca llega a romper la unidad del conjunto).

Las características formales insisten en su estilo característicos: cánones alargados, de escasa masa muscular, paños duros, con pliegues cortantes, desarrollo de las cabelleras y fuerte tensión creada a través de tendones y articulaciones.


La imagen fue especialmente venerada por los militares que se encomendaban a ella antes de la batallas (de ahí su nombre).
Pieza tardo gótica, aunque algunos autores hablan de una pieza engarzada, con la parte de las piernas más antigua (siglo XIV, con su escorzo excesivo en el cruce de las piernas) y el cuerpo y cabeza más moderno (siglo XV), aunque tal vez simplemente obra de otra mano mucho más hábil para los detalles (véanse las venas y músculos de las manos) , un mayor conocimiento de la anatomía y más cercano a la sensibilidad renacentista en la bella cabeza.

La insistencia en los signos del martirio (como los latigazos) y la anatomía estilizada (que insisten en la idea gótica del dolor extremo como forma de empatía con el espectador) se contraponen a dicha cabeza, de un dolor mucho más menguado, con gran dignidad y espléndido perfil


De todas las obras maestras. que vamos analizando en esta iglesia de San Miguel y San Julián, acaso esta sea la más completa y espectacular.

La propia estructura nos habla de modelos granadinos de barroco avanzado derivados de las obras de Alonso Cano, con gran espacio central remarcado por columnas salomónicas, templete central en perspectiva gracias al trampantojo de la bóveda casetonada sobre la que se desarrolla una cornisa convexa de fuerte personalidad y carnosa decoración, y dos alas laterales que se abren hacia el espectador.

En la parte baja, se abre un inusual camarín que, cuando tiene sus puertas abiertas, nos muestra un interior basilical de tres naves.

La zona central la ocupa el grupo de Cristo crucificado, la Virgen, San Juan y la Magdalena (Paso procesional del Monte Calvario), atribuido a Juan Alonso Villabrille y Ron que interpreta en clave de barroco tardío las iconografías creadas por Juni y Gregorio Fernández


Sobre ella, una piedad de Antonio Carnicero.

En la parte baja, entendida simbólicamente como el Santo Sepulcro, encontramos un magnífico yacente de Gregorio Fernández y una Virgen de la Amargura (Juan Alonso Villabrille y Ron).



Por si fuera poco, en las alas laterales encontramos bustos atribuidos a Alonso de Mena


De visita libre, esta Sacristía y su estancia relicario, de la que ya hablamos aquí, son unos espacios verdaderamente asombrosos con los que comenzaremos los post dedicados a esta iglesia.

Original en su estructura, pavimento y mobiliario del siglo XVII, crea un gran espacio diáfano cubierto por bóvedas de lunetos decoradas con yeserías en cuyo fondo se encuentra un gran retablo en trampantojo realizado por Felipe Gil de Mena, con una Inmaculada en su tabernáculo y ramos de flores en los laterales

En los laterales se nos muestra una interesantísima colección de pintura y escultura en la que habría que destacar los retratos realizados por Juan de Roelas en su primera etapa hispana.

La serie de La Apoteosis de la Eucaristía, con el cuadro principal de Felipe Gil de Mena, copiando los cartones para tapices pintados por Rubens para las Descalzas Reales de Madrid.

Las curiosas anamorfosis presentan los retratos del emperador Carlos V y de su esposa la Emperatriz Isabel.

U otros lienzos de indudable interés


Cristo con la Cruz. Atribución a Luis de Morales

En la curiosa iglesia románica de San Marcos (Salamanca) que ya analizamos aquí, aparecieron tras su restauración un conjunto de tres pinturas góticas que se han datado en los principios del siglo XIV.

La primera de ellas representa al sempiterno San Cristobalón que, apoyado en una palmera, pasa el río llevando a hombros a Jesús Niño, con una multitud de pequeños personajes que, literalmente, lleva atados a su cinturón.
En los ábsides se han encontrado dos figuras que, en una lectura conjunta, representarían la Anunciación.

Por último, en el ábside contrario se desarrolla la Coronación de la Virgen con tres escenas inferiores que representan, entre otros temas, su Bajada al Limbo.

Pese a la fecha su estilo se encuadra perfectamente en el gótico lineal tanto por la vivacidad del trazo, la relación de los personajes (aún sometidos a numerosas convenciones) y el gusto por la decoración de sus fondos que habría que relacionar con la iluminación de libros miniados