Palios

15 enero 2012

LA SEMANA SANTA DEL SIGLO XVII CONTADA EN PRIMERA PERSONA

Filed under: Historia Semana Santa, Madrid, Semana Santa — Etiquetas: — vicentecamarasa @ 12:12

  «La Cuaresma no reduce ni modifica las diversiones, porque son éstas constantemente muy morigeradas, o, por lo menos, muy silenciosas. Durante la Semana Santa no deja nadie de visitar los Monumentos, donde se hacen las Estaciones desde los miércoles hasta el viernes. Ocurren cosas bien distintas en aquellos días entre los verdaderos penitentes, los amantes y los hipócritas. Algunas damas, con pretexto de devoción, no dejan de visitar ciertas iglesias, donde saben desde el año anterior que irán sus amantes, deseosos de contemplarlas, y aunque vayan seguidas por muchedumbre de dueñas, como son grandes las apreturas, el amor les ofrece recursos para librarse de los Argos que las vigilan, y, revueltas entre el gentío, salen y van a una casa vecina, que reconocen por cualquier señal, expresamente alquilada para servirles en aquel momento. Luego vuelven a la iglesia, donde las dueñas no dejaron de buscarlas, y aun se permiten reprenderlas por su imaginario descuido. Desde aquel momento se hacen acompañar de más cerca para mentir con más disimulo. Así, los maridos que guardaron durante doce meses a su querida esposa, la pierden con frecuencia el día en que debió serles más fiel. Por el mucho recogimiento en que viven, sienten más ansias de libertad, y su ingenio, ayudado por su ternura, pone a su alcance recursos que facilitan sus propósitos.

  «Me ha parecido muy desagradable el espectáculo que ofrecen los disciplinantes; al ver el primero creí desmayarme; no sé cómo puede parecer bien un espectáculo que horroriza y asusta. El disciplinante se os acerca tanto, que al azotarse salpica con su sangre vuestro vestido; y esto se considera una galantería.

  «Para darse azotes gallardamente y hacer que salte la sangre a un punto determinado, hay reglas formuladas y maestros que las enseñan y caballeros que las aprenden como se aprenden las artes de la danza y de la esgrima. Los disciplinantes visten una túnica muy delgada que los cubre desde la cabeza hasta los pies, con menudos pliegues, y tan amplia, que para cada túnica se necesitan de cuarenta a cincuenta varas de tela. Llevan sobre la cabeza una caperuza muy alta, delante de la cual cuelga un trozo de lienzo que cubre la cara y tiene dos pequeñas aberturas por donde asoman los ojos del disciplinante, que lleva guantes y zapatos blancos, muchas cintas en las mangas de la túnica y desnudos los hombros. Generalmente, llevan también enlazada en las disciplinas una cinta que a cada penitente regala su amada, y ellos la lucen como un señalado favor. Para ser admirado y hacer bien las cosas precisa no levantar el brazo, mover solamente la muñeca, darse los azotes sin precipitación, y que la sangre, al saltar de las heridas, no manche la túnica. Se despellejan de una manera horrible los hombros, de los que brota mucha sangre. El disciplinante anda pausada y ceremoniosamente, y al llegar junto a las rejas de su amada se fustiga con un brío maravilloso. La dama observa esta caprichosa escena desde las celosías de su aposento, y por alguna señal comprensible le anima para que se desuelle vivo, dándole a entender lo mucho que le agradece aquella bárbara galantería.

  «Cuando los disciplinantes tropiezan en su camino con una hermosa mujer, suelen pasarse junto a ella y sacudirse de modo que al saltar la sangre caiga sobre su vestido. Ésta es una interesante atención, y la señora, muy agradecida, les dirige palabras amables.

  «Desde que un hombre ha empezado a disciplinarse necesita repetir el suplicio todos los años, y el que no lo hace así, enferma. También usan esponjas con alfileres y se frotan la piel con ellas como si fuesen la cosa más fina y suave del mundo.

  «Al anochecer, algunos caballeros de la Corte van a dar su paseo como disciplinantes; generalmente, los que tal hacen son jóvenes alocados, y sus amigos los acompañan provistos de armas. Este año salieron el marqués de Villahermosa y el duque de Béjar; a las nueve de la noche bajó el duque a la calle, precedido por sus pajes que le alumbraban con más de cien antorchas. Iban delante sesenta caballeros y detrás ciento, a los que seguían escuderos y lacayos; formaban así una lucida procesión; las damas se asomaron a los balcones, adornados con verdes colgaduras y con luces que las ayudaban a ver y las hacían más visibles. El caballero disciplinante pasa con su acompañamiento y saluda, pero con frecuencia ocurre que los dos disciplinantes que transitan a la misma hora y con idéntico aparato se cruzan en una calle y se hostigan, como ha ocurrido este año con los nobles caballeros que por su título nombré. Cada uno pretendía que le dejaran el paso libre los acompañantes del otro, y ninguno quiso acceder; los criados que llevaban delante las antorchas encendidas comenzaron a golpearse con ellas el rostro y a quemarse las barbas; los amigos del uno desenvainaron las espadas contra los amigos del otro, y los dos héroes de la fiesta, sin otras armas que las disciplinas con que iban castigando su cuerpo, se buscaron entre la confusión de la pelea, y al hallarse frente a frente dieron principio a un combate singular. Después de calentarse las orejas a puros disciplinazos recurrieron a los puños para golpearse fieramente, con brutalidad propia de carreteros. En estas algaradas no es todo gallardía, porque los hombres riñen despiadadamente, se hieren y se matan, y las antiguas enemistades encuentran ocasión de renovarse y satisfacer sus odios y sus venganzas.

  «Al fin, el duque de Béjar cedió al marqués de Villahermosa; recogieron las disciplinas hechas pedazos y las arreglaron como Dios les dio a entender: las caperuzas, que habían rodado por el suelo, aunque sucias de barro, volvieron a cubrir las cabezas; llevaron los heridos a sus casas, y la procesión continuó grave y sosegadamente a través de media villa. El duque imaginaba tomar al día siguiente su desquite, pero el Rey le prohibió salir de casa, y otro tanto hizo con el marqués. Y como final de lo que acontece por lo común en tales ocasiones, me veré obligada a decir que cuando los disciplinantes, que de tal modo se sacrifican por Dios, vuelven a su casa, les espera una magnífica cena con todo género de manjares, y esto sucede con frecuencia en un viernes de Semana Santa. Sin duda, luego de realizar una penitencia tan difícil, se juzgan con derecho a dejarse vencer un poco por el pecado. Primero se hacen frotar las espaldas con esponjas impregnadas de vinagre y sal, para que las heridas no se enconen; luego se sientan a la mesa con sus amigos y reciben de todos alabanzas y aplausos que juzgan bien ganados. Cada uno, a su vez, dice que no hay memoria de hombre que tan gallardamente se disciplinara; se exageran los gestos, se ponderan con exceso las actitudes y más que nada la dicha de la señora por quien se realizó semejante galantería. Transcurre toda la noche muy feliz entre manjares deliciosos y adulaciones exageradas; pero algunas veces el que supo sacudirse con tanto brío queda enfermo, hasta el punto de no poder asistir a la misa el día de Pascua. No creáis que añado poco ni mucho a la verdad en esta relación; cuanto digo es tan cierto que puede tomarse al pie de la letra, y, en caso de duda, no sería difícil comprobarlo, pues nadie que haya estado en Madrid lo ignora.

  «También hay verdaderos penitentes que inspiran verdadera compasión; sólo van cubiertos de los pies a la cintura y llevan arrollada en el desnudo torso y en los brazos una cuerda de esparto, cuyas vueltas oprimen de tal modo la carne, que toda la piel se pone amoratada y sanguinolenta. En la espalda llevan siete espadas metidas entre cuero y carne, que les producen dolorosas heridas a cada paso que dan, y como llevan los pies desnudos y las piedras de la calle son puntiagudas, con frecuencia se caen los infelices. Otros no llevan espadas: cargan sus hombros con una pesadísima cruz; y tanto éstos como aquéllos no son hombres vulgares acostumbrados al duro sufrimiento, sino personas de mucha calidad que van acompañados de varios pajes vestidos con túnicas y con la cara cubierta para que nadie los conozca; éstos llevan vinagre, vino y otros reconfortantes, y los ofrecen de cuando en cuando al señor, que a veces cae rendido, casi muerto, por los dolores agudos y la fatiga insoportable. Tan difíciles penitencias ya no son voluntarias galanterías; las imponen ciertos confesores, y el que las realiza, pocas veces puede librarse de la muerte, que le condena en breve plazo. Monseñor el Nuncio de Su Santidad me ha dicho que había prohibido a los confesores que aconsejaran tales penitencias; pero aún he presenciado bastantes, y se supone la devoción de cada penitente como única inspiradora de tan rudos martirios.»

Baronesa d’Aulnoy. Memoires de la cour d’Espagne, Relation du voyage d’Espagne (1690 ó 1691)

29 septiembre 2011

QUEVEDO CONTRA LOS ABUSOS EN LAS PROCESIONES

Filed under: Libros — Etiquetas: , — vicentecamarasa @ 13:23

Deja la procesión, súbete al paso,
Íñigo; toma puesto en la coluna,
pues va azotando a Dios tu propio paso.

Las galas que se quitan sol y luna
te vistes, y, vilísimo gusano,
afrentas las estrellas una a una.

El hábito sacrílego y profano
en el rostro de Cristo juntar quieres
ron la infame saliva y con la mano.

Con tu sangre le escupes y le hieres;
con el beso de Judas haces liga,
y por escarnecer su muerte, mueres.

No es acción de piedad, sino enemiga,
a sangre y fuego perseguir a Cristo,
y quieres que tu pompa se lo diga.

No fue de los demonios tan bienquisto
el que le desnudó para azotalle,
como en tu cuerpo el traje que hemos visto,

pues menos de cristiano que de talle,
preciado con tu sangre malhechora,
la suya azotas hoy de calle en calle.

El sayón que de púrpura colora
sus miembros soberanos te dejara
el vil oficio, si te viera agora.

Él, mas no Jesucristo, descansara,
pues mudara verdugo solamente,
que más festivamente le azotara.

El bulto del sayón es más clemente:
él amaga el azote levantado,
tú le ejecutas, y el Señor le siente.

Menos vienes galán que condenado,
pues de la Cruz gracejas con desprecio,
bailarín y Narciso del pecado.

En tu espalda le hieres tú más recio
que el ministro en las suyas, y contigo
comparado, se muestra menos necio.

Él es de Dios, mas no de sí enemigo;
tú de Dios y de ti, pues te maltratas,
teniendo todo el cielo por castigo.

Vestido de ademanes y bravatas,
nueva afrenta te añades a la historia
de la pasión de Cristo, que dilatas.

¿No ves que solamente la memoria
de aquella sangre en que la Virgen pura
hospedó los imperios de la gloria,

el cerco de la Cruz en sombra obscura
desmaya la viveza de su llama
y apaga de la luna la hermosura?

La noche por los cielos se derrama,
vistiendo largo luto al firmamento;
el fuego llora, el Oceano brama,

gime y suspira racional el viento,
y, a falta de afligidos corazones,
los duros montes hacen sentimiento.

Y tú, cuyos delitos y traiciones
causan este dolor, das parabienes
de su misma maldad a los sayones.

Recelo que a pedir albricias vienes
desta fiereza al pueblo endurecido,
preciado de visajes y vaivenes.

Más te valiera nunca haber nacido
que aplaudir los tormentos del Cordero,
de quien te vemos lobo, no valido.

La habilidad del diablo considero
en hacer que requiebre con la llaga,
y por bien azotado, un caballero;

y en ver que el alma entera aquél le paga,
que capirote y túnica le aprueba,
mientras viene quien más cadera haga.

Y es invención de condenarse nueva
llevar la penitencia del delito
al mismo infierno que el delito lleva.

Desaliñado llaman al contrito,
pícaro al penitente y al devoto,
y sólo tiene séquito el maldito.

Dieron crédito al ruido y terremoto
los muertos, y salieron lastimados;
y cuando el templo ve su velo roto,

el velo, en que nos muestras tus pecados
transparentes, se borda y atavía,
de la insolencia pública preciados.

Considera que llega el postrer día
en que de este cadáver, que engalanas,
con asco y miedo, la alma se desvía;

y que de las cenizas que profanas,
subes al tribunal, que no recibe
en cuenta calidad y excusas vanas.

Allí verás cómo tu sangre escribe
proceso criminal contra tu vida,
donde es fiscal Verdad, que siempre vive.

Hallarás tu conciencia prevenida
del grito a que cerraste las orejas,
cuando en tu pecho predicó escondida.

Los suspiros, las ansias y las quejas
abrirán contra ti la negra boca
por el llanto de Cristo, que festejas.

¿Con qué [razón] podrá tu frente loca
invocar los azotes del Cordero,
si de ellos grande número te toca?

A los que Cristo recibió primero,
juntos verás los que después le diste
en competencia del ministro fiero.

A su Madre Santísima añadiste
el octava dolor, y en sus entrañas
cuchillo cada abrojo tuyo hiciste.

Acusaránte abiertas las montañas,
las piedras rotas, y a tan gran porfía
atenderán las furias más extrañas.

Y presto sobre ti verás el día
de Dios, y en tu castigo el desengaño
de tan facinorosa hipocresía.

La justicia de Dios reinará un año,
y en dos casas verás tus disparates
llorar su pena o padecer su daño.

Cristiano y malo, irás a los orates;
al Santo Oficio irás, si no lo fueres,
porque si no te enmiendas, te recates.

Y, crüenta oblación de las mujeres,
vivirás sacrificio de unos ojos
que te estiman, al paso que te hieres
y te llevan el alma por despojos

31 agosto 2009

LA SEMANA SANTA – PERVIVENCIA DE LA FE Y DEL ARTE BARROCO

Filed under: Historia Semana Santa — Etiquetas: — vicentecamarasa @ 20:33

 Martínez Montañés. Pasión. Sevilla.

En el siglo XVII, la Iglesia Católica en su afán por reforzar la fe, inspirada en la doctrina que manaba del Concilio de Trento, potenció las cofradías o hermandades, sobre todo las llamadas de penitencia, una de las muchas medidas orientadas a frenar las dudas suscitadas por el protestantismo, quizá por ello, se desarrolló una estrategia iconográfica y un afán por crear imágenes con un denominador común: “el realismo religioso”. España con múltiples talleres regionales de escultores imagineros, desplegó toda su capacidad artística, creando bellas imágenes de madera policromada que conforman actualmente un valioso patrimonio artístico y espiritual. Al incalculable número de obras creadas en aquel tiempo, hay que añadir las realizadas en siglos posteriores e incluso a lo largo del siglo XX, a la vez debemos considerar la obra creada y exportada a la América Hispana.

Merece destacar el importante papel desarrollado por las mencionadas cofradías, asociaciones de hermanos para atender necesidades espirituales y materiales, practicaban la caridad, sufragaban hospitales con donaciones, acogían a enfermos, a pobres, incluso asistían en los últimos instantes de la vida. Entrega desinteresada a los necesitados, pauta de comportamiento cristiano como mandan los evangelios, hecho, que en la actualidad, está presente en muchas hermandades.

 Carretería. Sevilla

Las agrupaciones o cofradías, encargaban imágenes o pasos a talleres de afamados artistas, en ellas volcaban toda su fe y organizaban procesiones recorriendo calles día y noche, recordando con ello la pasión, muerte y resurrección del hijo de Dios. Estos pasos, sobre estructuras de madera, eran portados a hombros y acompañados por un séquito, los llamados penitentes, junto a  multitud de devotos contemplando “la procesión”.

El nombre de paso proviene de passus-escena de procesión, y alude a la pasión de Cristo  hijo de Dios, pasos que representan momentos de gran intensidad  dramática, representación cronológica de la Semana que se inicia con la entrada de Jesús en Jerusalén y concluye con la Resurrección. Destacan  pasos de una sola figura o grupos escultóricos como El Camino del Calvario, La Crucifixión. el Descendimiento… el nombre de paso está casi en exclusiva vinculado a imágenes de uso procesional, diferentes son las imágenes destinadas a retablos o  altares y que excepcionalmente salían a la calle en procesiones rogativas o las  vírgenes y santos patronos para la fiestas locales.

 Salvador Carmona. Cristo de los Estudiantes. Madrid.

El hecho artístico en forma de imágenes venía a representar los instantes más dramáticos vividos por Jesús el Nazareno, María su madre y los discípulos que le siguieron; estas composiciones, de gran naturalismo a veces casi expresionista, tenían como finalidad estimular la fe del creyente,  provocar un espíritu devoto y servir como medio de instrucción a los fieles, con todo ello se desarrolló un impulso emotivo y el despertar de los sentidos, al ver el sufrimiento del hombre-dios que murió y resucitó para redimirnos, hecho que se recuerda cada año en esa Semana de Pasión y Gloria.

 Pedro Roldán. La quinta Angustia. Sevilla

La noche era y es, propicia para crear este ambiente espiritual de silencio y penumbra, de colores y olores, que persuaden al que cree y al que duda, acercando el hecho religioso al vivir de cada día.

Según los postulados de la Reforma Católica, resulta más fácil educar con los sentidos que con la razón.

La Semana Santa era el marco de concentración de la piedad y representaba la capacidad de sufrimiento de quien participaba en ella, sobre todo de los hermanos, escenificada en templos y calles, en estas, los cofrades, dentro de sus túnicas, llegaban a flagelarse el cuerpo como acto de purificación y penitencia, el pueblo participaba con sus rezos y llantos, creando un espectáculo conmovedor de fe y arte, de escenografía en plena calle, que aún hoy, se hace presente en muchos rincones de España como pervivencia de la fe.

 Ruiz Gijón. El Cachorro. Sevilla

Toda España, en especial Castilla con Valladolid como centro y  Andalucía con Sevilla y Granada, desplegaron todo su afán por esta realidad que ha llegado a nuestros días, lugares donde pervive la fe, las tradiciones, la identidad local. La austeridad de Castilla propicia un catálogo de imágenes que exhiben el dramatismo y la crudeza de la pasión, que llega a su máxima expresión en los yacentes de Gregorio Fernández, maestro que proyectó sus obras en colaboración con pintores, doradores, etc., que trabajó siempre la madera policromada de tradición hispana, sus imágenes de exagerada expresividad, de realismo extremo, al entrar en comunicación con el creyente, debido a la facilidad interpretativa de los planteamientos estéticos e ideológicos, resultaron muy eficaces.

 Gregorio Fernández. Piedad. Valladolid

Andalucía por su parte, muestra sus imágenes llenas de sentimiento, de aroma, de luz, de color, buscando más la belleza natural que el dramatismo, nazarenos sufrientes como El Gran Poder, crucificados apolíneos como El Cachorro, vírgenes adolescentes llenas de dolor, dulzura y fastuosamente aderezadas como La Macarena o La Esperanza de Triana, una gran variedad de modelos nacidos  en los talleres de Montañés, Juan de Mesa, Roldán, etc. La formas han evolucionado pero los conceptos no tanto, al llegar la  primavera, cada región, ciudad o pueblo, se prepara para vivir este hecho espiritual y artístico de gran teatralidad barroca, de gran arraigo en nuestra cultura, de controversia, de seña de identidad que pervive, que evoluciona, que se transforma, que interpretamos, que nos define, que está presente y estará.

 Juan de Mesa. Gran Poder. Sevilla.

Juan Aranda

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22 abril 2009

MADRID 1623. UNA PROCESIÓN DE VIERNES SANTO

Filed under: Historia Semana Santa, Madrid — Etiquetas: , — vicentecamarasa @ 16:40

 

En pleno reinado de Felipe IV, el príncipe de Gales, acompañado por su valido, el duque de Buckingham , acudieron a Madrid buscando una futura reina que luego no pudo ser. Entre los innumerables espectáculos que se ofrecieron al joven príncipe se realizó una multitudinaria procesión de Semana Santa en donde intervinieron una gran parte del clero de la capital.

 

Unos con calaveras y cruces en las manos; otros con sacos y cilicios, sin capuchas, cubiertas las cabezas con ceniza, con corona de abrojos, vertiendo sangre; otros con sogas y cadenas a los cuellos; cruces a cuestas, grillos en los pies, aspados y liados, hiriéndose los pechos con piedras, con mordazas y huesos de muertos en las bocas y todos rezando salmos. Así pasaron por calle Mayor y el Palacio y volvieron a sus conventos con viaje de más de tres horas, que admiró a la Corte y la dejó llena de ejemplos, ternura, lágrimas y devoción

(León Pinelo, «Anales de Madrid», siglo XVII)

 

Para saber más de la Semana Santa barroca madrileña

http://historias-matritenses.blogspot.com/2009/04/la-semana-santa-en-madrid-en-los-siglos.html

 

Vicente Camarasa

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