En el museo de Concilios de Toledo (la ya analizada iglesia de San Román) se conserva este fragmento de sepulcro paleocristiano procedente de Elda que narra, en bajo relieve con técnica a bisel, la historia de Jonás y la ballena, un tema típico del mundo paleocristiano que, como el Sacrificio de Isaac o Daniel en el foso de los leones, insiste en el mensaje de resistencia a las adversidades que debían tener estos perseguidos cristianos, confiando en Dios para su futura salvación.
Según la Biblia,Jonás, como profeta, fue enviado por Yavhe a predicar a los ninivitas, pero tras un primer intento, Jonás decidió huir de su destino (y desobedecer a su dios), embarcándose en Jope con destino a la mítica Tarsis (nuestra Tartesos).
Una vez en la nave se durmió en alguna parte escondida del barco mientras afuera se desencadenaba una gran tormenta enviada por la divinidad.Los marineros clamaron clemencia y echaron a suertes para determinar quien era el responsable de este castigo.
Como era de suponer fue elegido Jonás (tras confesar su culpabilidad de desobediencia y pedir su propia muerte para salvar al resto de la tripulación) que fue arrojado por la borda.
Una gran ballena (o monstruo) le engulló entonces.
En su propio estómago Jonás oró y pidió mil disculpas a Yavhe, y tras tres días (como una prefiguración de la muerte y resurrección de Cristo), la ballena le vomitó, arrojándole a una isla paradisiaca (el Paraíso).
Tras todo ello, Jonás cumpliría con el mandato divino.
Como veis, desobediencia, castigo, arrepentimiento y confianza en la divinidad y premio final, un perfecto relato para estos cristianos amenazados por la Roma Imperial a los que, su propia religión, les obliga a grandes sacrificios.
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Vicente Camarasa
Palios 
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