Muchos de sus rasgos son perceptibles, con el trabajo en volúmenes, el contraposto de la anatomía, el juego de claroscuros, el gusto por una perspectiva correcta o la propia expresión facial (incluso algunos detalles, como los rectángulos del fondo nos recuerdan a la Última Cena)
A ello le añade el detalle tan hispano por el detallismo en donde aún queda un rasgo por el gusto del dorado
Pocas veces en la historia del arte un pintor llegó a reflejar el paisaje con esa morbidez y atmósfera como en estas dos obras que realizara para la Scuola di San Rocco Tintoretto.
En realidad se trata de las dos últimas obras que realizaría para ella, tras más de veinte años de trabajo.
Los temas elegidos, dos eremitas (Magdalena y Santa María Egipciaca) le permiten convertir sus figuras en un trasunto más del paisaje retratado en ese momento incierto que precede a la noche, cuando la oscuridad ya aparece pero todavía profundamente matizada por las mil reverberaciones de los objetos que proyectan una luz indecisa.
En realidad, podríamos hablar de una sublimación de la obra que había dado inicio a esta escuela veneciana ( Tempestad de Giorgione).
Como en ella las figuras se sumergen en el paisaje hasta convertirse en un simple pedazo de él y la luz pierde su dominio absoluto para convertirse en un espeso fango de oscuridades y destellos que realiza a través de fríos metalizados y ácidos sobre un fondo neutro de colores tostados.
Con todo ello consigue un verdadero paisaje espiritual que habla de fugacidad y transitoriedad frente a las verdades absolutas de otras de sus obras. Un lugar de cambio animado por un profundo misticismo en donde renuncia a sus espectaculares escorzos y perspectivas para sumergirnos en una sensación de fluidez, de profunda identificación con aquello que transcurre lentamente pero sin pausa.
Una música pesada llena de extrañas fantasías que es más psíquica que visual
En el juego de la composición y perspectiva vemos sus limitaciones a la hora de pasar de lo gótico a lo renacentista, con posturas forzadas y un uso problemático del espacio.
Por el contrario, los tres relieves de la predela sus verdaderamente sublimes, de un clasicismo casi italiano.
En la colegiata de Daroca se encuentra esta magnífica capilla de retablo renacentista purista (se suele atribuir a un discípulo de Anchieta.
Mecenada a principios del XVII por el arzobispo de Zaragoza. la posterior creación de la cúpula casetonada crea un potente efecto escenográfico barroco
Felipe de Bigarny, Biguerny o Vigarny, también llamado Felipe de Borgoña o el Borgoñón (Langres, Francia, h. 1475 – Toledo, 1543)
En sus comienzos su obra juega entre las formas borgoñonas, las flamencas y las renacentistas italianas, decantándose hacia estas últimas en su obra más madura.
Creado entre el siglo XVI y el XVIII (zona central), responde a un modelo manierista de estructura de calles organizadas por órdenes, arquitrabe articulado y ático superior enlazado por volutas (los cambios barrocos se encuentran en el sagrario o manifestador convexo central, flanqueado por columnas salomónicas, y el nicho de decoración exuberante de la Virgen de Guadalupe.
Para las labores del siglo XVI se habla de obra de Bernabé de Gaviria, Diego de Navas ”El Viejo”, Pedro de Raxis y Pablo de Rojas.
El último se encarga (por la escasa documentación que he podido encontrar) de la parte escultórica, al menos del crucificado y los dos grandes relieves del nacimiento y presentación en el templo (semejantes a los que muchos años más tarde utilizará uno de sus grandes alumnos, Martínez Montañés)
Quizás uno de las cortes más florecientes del Renacimiento, tanto en lo artístico y científico como en el plano de la leyenda, sea la Praga del siglo XVI, bajo el gobierno de Rodolfo II.
(Arcimboldo. Retrato de Rodolfo II)
Nieto de Carlos V y sobrino de Felipe II (los múltiples enlaces entre primos hermanos consiguieron este portento dinástico) Rodolfo II padecía una enfermedad psíquica que le hacía insoportable cualquier ruido, así como tener numerosos cambios de humor repentinos que sumían en la confusión a toda la corte.
El fuego
Junto a ello hemos de reconocer que fue, junto a su tío Felipe II, el gran mecenas de la época, tanto en el terreno artístico (coleccionó cuadros de venecianos, Brueghel, apoyó a Arcimboldo) como en el científico (bajo su patronazgo trabajó Kepler), dando un clima de libertad inusitado para la época.
Como buen gobernante manierista sus intereses eran muy variados y se asemejaban a los de Felipe II. Así, bajo su protección se practicó la alquimia (él mismo era alquimista) y la magia (Edward Kelley y John Dee,), como Felipe II que apoyaría ciertas investigaciones alquímicas de Juan de Herrera en el Escorial y de Juanelo en Toledo, que ya contaremos otro día.
El bibliotecario
Al igual que su tío también tenía un llamado gabinete de maravillas, amplísima colección de todo tipo de objetos raros, desde reliquias a fetos en formol, fósiles, piedras raras, vasos contra venenos (los llamados nautilus)… Bajo su mandato el rabino Jehuda Low ben Becaleluna creó su famoso Golem, especie de hombre artificial o antropoide, hecho en arcilla y que cobraba vida cuando se le introducía en la boca una tira de papel con el nombre de Jehová. El golem ejecutaba los más variados trabajos y se caracterizaba por una extraordinaria fuerza, pero un sábado, día del descanso semanal de los judíos, el rabino olvidó de sacar de la boca del Golem el papelito con el nombre mágico, y aquel ser se convirtió en una verdadera pesadilla (Por cierto, algo parecido habría hecho Juanelo en Toledo con su hombre de palo, que todos los días recorría la calle recogiendo las limosnas de la gente).
En esta corte tan particular se desarrolló uno de los pintores más originales de su tiempo: Arcimboldo. De orígenes italianos no sólo fue pintor sino que (como ya había hecho Leonardo da Vinci) realizó ingenios hidráulicos, diseñó disfraces, organizó fiestas…
Las cuatro estaciones. Louvre
En lo que se refiere a su pintura han pasado a la posteridad sus famosos retratos e imágenes dobles. Como buen manierista, su arte se había deslizado de lo clásico para buscar efectos cada vez más antinaturalistas (acordaros de la Virgen del cuello largo de Parmigianino o del propio Greco) y juegos visuales. Se trataba de una pintura sumamente intelectual y simbólica (como la de Broncino, con el descubrimiento de la Lujuria) que componía retratos a través de elementos naturales (frutas, hojas…) que permitían una doble visión: la de los objetos individuales y la de la figura completa que conseguían crear.
Una de sus obras más conocidas es el grupo de las cuatro estaciones, uno de cuyos cuadros, La primavera se encuentra en el museo de Bellas Artes de San Fernando (¡en Madrid, junto a la puerta del Sol!)
(Arcimboldo. La Primavera)
También realizó cuadros que, invertidos 180º generaban otra imagen distinta (Se pueden ver, junto a otras de sus obras y más información del pintor en http://www.theartwolf.com/arcimboldo_bio_es.htm )
Las extrañas obras de Arcimboldo fueron redescubiertas por Salvador Dalí (que era un gran conocedor del arte clásico y había estudiado en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando). Probablemente fueran el origen de sus famosas dobles imágenes (redescubiertas en el XX por la psicología de la percepción), como el enigma sin fin
Buscar al menos en él un galgo, una cara, un caballo, un hombre recostado, una barca… Un gran juego de percepciones que quizás sea una de las principales aportaciones del pintor al surrealismo
(Por cierto, el Golem de Gustav Meyrink, escritor alemán, residente muchos años en Praga, cuenta toda la historia de este extraño ser)
Os quiero presentar un cuadro que me ha fascinado desde hace ya tiempo
La denominación tradicional son los embajadores, os los presento
Jean de Dinteville a la izquierda, era embajador de Francia en Inglaterra en la fecha del cuadro. A la derecha encontraréis a su amigo, Georges de Selve, obispo de Lavaur, que fue ocasionalmente embajador de la Santa Sede:
Ambos se habían reunido precisamente en Londres para unas conversaciones secretas y espinosas: las de mediar entre Inglaterra y Francia para evitar una ruptura entre ambos países (por culpa del famoso matrimonio de Enrique VIII con Ana Bolena) y crear así (junto a la Santa Sede) una fuerza compacta contra el emperador Carlos V.
Os cuento todo esto para que valoréis un aspecto poco tenido en cuenta en el Renacimiento: el renacer de la política. Figuras como Maquiavelo, Tomas Moro o Castilglione, y basándose en autores clásicos como Tito Livio, darán fuerza a esta nueva actividad en donde hay que combinar la razón renacentista, su idea de armonía y equilibrio, la discreción… hasta convertirla en una verdadera obra de arte (como ya la denominara Burckhardt). Un verdadero triunfo de lo humano que pretende (nada menos) llegar a controlar el destino por medio de la razón.
Otro de sus rasgos típicamente renacentistas es toda la amplia recapitulación que hace del mundo en la mesa y estantería trasera. En ella podemos ver desde la ciencia hasta la música (Alberti hablaba constantemente de la armonía musical como el máximo representante de la belleza, por su componente matemático y a la vez sensitivo que permite al hombre conocer más allá de sus sentidos).
En cuanto a la ciencia es especialmente geográfica (con sus astrolabios, mapas…) que nos recuerdan la importancia de los descubrimientos científicos a la hora de hacer un nuevo mundo por completo distinto a lo medieval. Una ciencia que, una vez más, se une al control político (precisamente el del emperador Carlos V que controla el Nuevo Mundo, siendo sus riquezas el motor último de su poder)
Pero el cuadro, además de una loa a la política, la música o la ciencia, es también un perfecto ejemplo del mundo manierista y sus contradicciones. Como muchas obras de la época, su mensaje es sumamente oscuro, pues estaba destinado para una élite (incluso, a veces, para una sola persona) y está lleno, por tanto, de simbolismos pocos conocidos.
Hay sin embargo un detalle sumamente relevante. El libro que se encuentra junto al laúd
Éste, en la página de la izquierda, muestra la traducción del primer versículo del himno Veni sancte Spiritus de Lutero y la de la derecha la introducción a la Versión abreviada de los Diez Mandamientos del mismo Lutero al que Holbein conocería en Basilea antes de su traslado definitivo a Inglaterra.
Nos sitúa, por tanto, la reforma dentro del panorama internacional de los dos embajadores. De nuevo la política, aunque sea disfrazada de formas religiosas; y de nuevo un ataque a Carlos V, el paladín de la religión Católica.
Por cierto, y ya antes de entrar en el último tema, ¿alguien había visto el crucifijo en la parte izquierda del cuadro, casi oculto por el cortinaje?
Todo esto siempre me ha parecido fascinante, pero lo que siempre me llamó la atención fue siempre esa mancha que ocupa toda la zona central. Un hueso de sepia, han dicho, aunque realmente es una calavera pero hecha de una forma particular.
En realidad se trata de una anamarfosis, una peculiar perspectiva que sólo es entendible desde un exclusivo (y habitualmente escorado) punto de vista
Y es que el cuadro se encontraba en la pared del fondo de una sala, y no sería verdaderamente visto hasta que el espectador saliera por una puerta lateral que se encontraba a su lado. Como veis una verdadera sorpresa manierista que juega con el espectador poco avisado (justo lo contrario de lo que hará el barroco, que conducirá siempre de la mano a este espectador para que vea lo que se quiere transmitir, sin pedirle ningún otro esfuerzo que el asombro)
Con esta calavera de pronto todo el cuadro cambia de mensaje y se convierte en una vanitas, una reflexión sobre la muerte y la fugacidad de las cosas mundanas, como la política, la ciencia, la música, la propia belleza. Un mensaje que niega todo lo anterior y que es reafirmado por la cuerda rota del laúd y que, una vez más, nos lleva a la contradicción manierista de un arte sin sentido final o cerrado. Un gran rompecabezas que una y otra vez hay que componer para deleite intelectual del espectador educado.