Los griegos creían que en el momento de la muerte, la psique, o el espíritu de los muertos, dejaba el cuerpo como un aliento o soplo de viento. Después, el fallecido era preparado para el entierro de acuerdo con los rituales consagrados por el tiempo. Fuentes literarias antiguas hacen hincapié en la necesidad de un entierro adecuado y se refieren a la omisión de los ritos funerarios como un insulto a la dignidad humana ( Ilíada, 23.71).
Los familiares de los fallecidos, principalmente mujeres, llevaron a cabo los rituales funerarios elaborados habitualmente en tres partes representan el prosthesis (duelo de la persona fallecida mediante la exposición del muerto y las lamentaciones), la ekphora (traslado hacia la tumba), y el entierro del cuerpo o incineración de los restos de la persona fallecida. Después de ser lavado y ungido con aceite, el cuerpo estaba vestido y se colocaba en una cama alta dentro de la casa.
Durante la prótesis, los familiares y amigos acudían a llorar y a mostrar sus respetos. Esta lamentación de los muertos aparece en el arte griego temprano al menos desde el periodo geométrico, cuando las vasijas se decoraban con escenas que representan a los difuntos rodeados de dolientes. Después de la prótesis, el fallecido fue llevado al cementerio en una procesión, la ekphora, que por lo general se llevaba a cabo justo antes del amanecer. Muy pocos objetos se colocaban realmente en la tumba, ya que estos montículos monumentales de tierra eran tumbas construidas rectangulares y elaboradas con estelas de mármol y estatuas que fueron erigidas a menudo para enmarcar la tumba y para asegurarse de que el fallecido no sería olvidado. La inmortalidad radica en el recuerdo constante de los muertos por los vivos. De las representaciones sobre algunos lécitos blancos, sabemos que las mujeres de la Atenas clásica hacían visitas regulares a las tumbas con ofrendas que incluían pequeños pasteles y libaciones.
Fotografías tomadas de wikipedia
Jorge Tomás García. Iconografía clásica. Grecia y Roma
Uno de los dioses más venerados de la Antigüedad (incluso en tiempos romanos siguió sin cambiar su nombre, como ocurrió con la mayoría de los dioses) con un enorme abanico de intereses y relaciones.
Hijo de Zeus y Leto, y mellizo de Artemisa, tiene como símbolos fundamentales la belleza serena, el arco, la lira o la serpiente.
Es el dios de la muerte súbita, de las plagas y enfermedades, que puede atraer pero también parar (su hijo, Asclepio, se convertirá en el dios de la Medicina)
Es el dios de la belleza, de la perfección, de la armonía, del equilibrio y de la razón, y castiga a aquellos que recaen el el hibris (desmesura, orgullo, arrogancia), como bien sabrá el propio Marsias o Niobe
Es también el dios de los rebaños y la naturaleza, de las bellas artes (siendo acompañado siempre de las Musas).
Mantegna. Parnaso
Se le vinculará a importantes oráculos (Delfos, Cumas) y a sus sibilas, relacionándose con lo mistérico, el autoconocimiento y el sueño.
Podríamos establecer la invasión de los pueblos del Mar (acaso los dorios, en torno al 1200) como el final de la etapa prehelénica (cicliadas, minoico y micénico) y el comienzo verdadero del mundo griego.
A partir de entonces el arte ha distinguido varias etapas. Nosotros nos ocuparemos de las dos primeras, la Edad Oscura (cuyo final será el arte del periodo geométrico) y la polis arcaica (el arte arcaico)
Durante el Periodo Oscuro se advierte un descenso brusco de todas las formas artísticas (y en general culturales) del que no se recuperará el mundo griego hasta el siglo VIII
Comenzará entonces el llamado arte geométrico, especialmente importante en lo que se refiere a la cerámica y los pequeños bronces que se caracterizan por su esquematismo. Frente a lo armónico que caracterizará el clasicismo del V a C., estas figuraciones tienen más de arte prehistórico o arcaico.
Si os fijáis en estas fotografías (Museo Nefertiti de Berlin) representan especialmente animales por medio de la técnica de cera perdida (se hace la figura en cera, se recubre de barro y, al calentarla, la cera sale por unos agujeros dejados para este fin, quedando un molde hueco que se llena de bronce. Sólo es viable para pequeñas figuras)
Como se pueden ver los rasgos son básicos, reduciendo la realidad a puras formas lineales, al igual que ocurre en la pintura de la cerámica del mismo momento, con sus famosos desfiles mortuorios (prótesis) en donde aparecían carros tirados por caballos y mujeres llorando (plañideras) que apenas si eran unos cuantos triángulos unidos
Esta forma de reducción de la realidad se encuentra muy extendida por todo el mediterráneo en el primer milenio antes de Cristo, e igualmente la podemos encontrar en el mundo etrusco como en el íbero
En realidad casi todas estas figuras son exvotos. Pequeñas ofrendas que se realizarán en los santuarios (como el de Olimpia), pidiendo algún tipo de intervención divina. Por ello será habitual la presencia de animales (el caballo como signo de prestigio de la incipiente aristocracia), guerreros (que buscan así la protección divina)…
Según vaya pasando el tiempo su esquematismo se irá reduciendo, encaminándose cada vez más hacia un cierto realismo que luego pasará a las esculturas en piedra. (Si os fijáis en la figura central de la foto seguro que a muchos les recordará las figuras de los kuroi de los que pronto hablaremos)
Lo que resulta verdaderamente curioso que casi veinticinco siglos después estas fórmulas de representación tan alejadas del realismo vuelvan a resurgir. Serán las Vanguardias históricas de principio del siglo XX las que redescubrirán este y otros artes considerados primitivos (máscaras africanas, arte egipcio, arte íbero, arte infantil en el surrealismo…) buscando una nueva forma de expresión más auténtica y verdadera que la de la pintura y escultura tradicional.
Nos encontraremos esta actitud en Brancusi, Matisse, los expresionistas alemanes del Puente o en Picasso.
Será el regreso a lo sencillo, a lo esencial; un proceso de lenta y paciente eliminación de los detalles hasta quedarse con el esqueleto de la realidad, tan simple como emocionante.
Para comprenderlo mejor, mirad este toro de Picasso
Seguro que algunos dirán: qué fácil, qué tontería… Eso también lo podría hacer yo…Pues a menudo se confunde lo sencillo con lo fácil, y se le da poco valor. Muchos creen que, por tener pocos trazos visibles, este tipo de dibujos carecen de mérito cuando es todo lo contrario. Lo más fácil es poner muchos detalles, esconder el motivo en miles de trazos o pinceladas, mientras que lo complicado es despojarse de todo y tener el valor de presentar la figura desnuda de cualquier tipo de decoración.
Quizás ahora sea el momento de volver al principio del artículo y remirar con ojos nuevos las figuras y dibujos sobre cerámicas de los primeros griegos. Tal vez no se vean ya de la misma manera y se pueda apreciar toda su fuerza expresiva.
Si lo conseguís le deberéis a Picasso que os haya limpiado la mirada de tanta historia del arte y os haya devuelto la capacidad de ver lo extraordinariamente hermoso que es la sencillez.