Palios

13 May 2024

EL PANTEÓN MESOPOTÁMICO

Filed under: General — Etiquetas: — vicentecamarasa @ 10:40

Era primero Enlil, que, desde antes de la historia, según parece, reinaba en el centro mismo de la gran tétrada . Más o menos identificado con Babilonia, de la que era el dios-jefe, señor y soberano, y cuyo destino se suponía que asumía y compartía, a la manera de los reyes de este mundo, normalmente arrastrados por la suerte y la desgracia de sus súbditos, Marduk había llegado a ser cada vez más popular, a medida que Babilonia, su ciudad, afirmaba su preponderancia sobre todo el país, no sólo en cuanto a dominación y poder, sino también en su primacía «intelectual» y religiosa.

Hammurabi, al principio de su «Código», comienza situando a Marduk, jefe sobrenatural de la ciudad de Babilonia, hasta entonces sin gran notoriedad y sin gloria fuera de su ámbito propio, en el lugar más alto del panteón común: Cuando Anu el Sublime, el Rey de los dioses, y Enlil, el Señor del cielo y de la tierra, asignador de los destinos del país, atribuyeron a Marduk, el primogénito de Ea, el poder supremo sobre la totalidad de los pueblos, y le hicieron prevalecer entre los dioses… .

(…)

A partir del segundo cuarto del tercer milenio, como sabemos por una vez, cada ciudad-estado tenía por jefe sobrenatural a una de las grandes divinidades del panteón «nacional»: Enki en Eridu, Enlil en Nippur, An (e Inanna, su «hieródula» inseparable) en Uruk, Nanna en Ur, Utu, por una parte, en Larsa y, por otra, en Sippar… Y cada uno en su templo, lugar alto de la «capital» y de la región, se encontraba, según una fórmula que conocemos bien (p. 74 s.), rodeado de su familia y de su corte. Por ejemplo, en Lagas el dios soberano era Ningirsu (designación local del hijo de Enlil, Ninurta : «el Señor de Girsu», una de las ciudades principales al lado de Lagas), y su esposa se llamaba Bawa. Figuraban en su corte y familia especialmente el dios Lugalsisa, en tanto que «consejero»; la diosa Nanse, hija de Enki y hermana de Ningirsu; y su esposo Nindare; Ningizzida, dios personal del príncipe Gudea, y Gestinanna, su esposa, así como la diosa-madre Gatumdug… Lo que no impedía a sus fieles recurrir también, devotamente, a las divinidades grandes y menos grandes del panteón común: An, Enlil, Enki, Inanna, Nanna (llamada también con su nombre acadio de Su’en, grafía «al estilo sumerio» de Sin), Nisaba, patrona de los cereales, Utu, etc.

(…)

Estaban todos tomados de la organización del Estado y de la Casa real. De esta manera, mediante una elaboración secular, cuyo desarrollo progresivo se nos escapa, se había justificado y reabsorbido inteligentemente el inmenso tropel de los dioses de la antigua tradición, haciéndola entrar, para organizarla, en un marco a la vez racional y «realista», mitológicamente traspuesto del orden político habitual en el país, y que traducen de manera elocuente todos esos títulos y nombres de funciones. El mundo innumerable e inicialmente disperso de los dioses no era ya más que el reflejo sobrenatural de la autoridad política. Como ella, tenía su representante por excelencia, el rey y sus antepasados, el último de los cuales, Anu, retirado del poder (situación excepcional en este mundo, pero después de todo imaginable), mantenía una presencia de prestigio, de experiencia y sabiduría, en medio de sus esposas, de sus hijos y de su «casa». Su hijo mayor, Enlil, desempeñaba el papel de monarca en ejercicio, rodeado también de sus esposas e hijos, y además, como el rey en su palacio, toda una corte y un conjunto de altos dignatarios y funcionarios: puestos ocupados por dioses, escogidos en virtud de criterios que de ordinario se nos escapan. Y cada miembro, unido a su vez por filiación al jefe supremo, se encontraba igualmente a la cabeza de un «personal» análogo, cuyas actividades coinciden con las de las otras divinidades, con un entramado a veces complicado a nuestros ojos extranjeros, pero siempre sin ambages.

(…)

An era el Cielo y el dios que presidía el cielo; Utu/Samas, el Sol y el dios del Sol; Asnan, los cereales y la diosa que se ocupaba de ellos; Namtar, no sólo las «decisiones» (ése es el sentido del término sumerio) que presidían los virajes de su «destino» (item), sino el dios que las regía; Misaru era tanto la «justicia» como la divinidad que se encargaba de ella, por no hablar de otras entidades y «fuerzas» de todos los órdenes, comprendido el humano, a las que se sentían impulsados a conferir, ignoramos cuándo, por qué, y cómo, un carácter sobrenatural

la famosa diosa sumeria del «amor libre» (Inanna: «Señora del Cielo», por Nin-anna, que tiene ese sentido en sumerio), a la que los acadios confirieron el nombre de una de sus divinidades propias, Istar, recibió poco a poco, y sin duda muy pronto, en función de su personalidad desbordante y excepcional, tantos papeles sobrenaturales reservados en principio a los otras diosas, que, desde el principio del segundo milenio, su nombre acadio fue incluso utilizado para designar «lo Divino en femenino»: istaru, que fue, finalmente, «diosa».

La religión más antigua: Mesopotamia (Jean Bottéro)

Deja un comentario »

No hay comentarios aún.

RSS feed for comments on this post. TrackBack URI

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Crea un blog o un sitio web gratuitos con WordPress.com.