Si ya decíamos que la exposición celebrada en Oña en 2012 me había parecido muy interesante, la que este año se realiza en Arévalo aún me ha parecido mejor por varias razones.
La primera la excelente colección de piezas, no demasiado abundante pero en general de gran calidad. Varias tallas de Gregorio Fernández (con su espléndido yacente de Segovia) y de Juan de Juni (en especial el retablo de la Iglesia del Salvador), el profeta de Gargallo y, en un fascinate espejo, una obra de Salvador Carmona, las tablas de los talleres de Berruguete, un tondo del Greco de Illescas, el juicio final flamenco de grandes dimensiones, la fascinante pareja de Adán y Eva de Juan Bordés, las pinturas del ábside tardorrománico de Santa María…
Por otra parte el montaje es muy interesante, limpio, sin estridencias. La iluminación permite apreciar las piezas sin que se pierdan las magníficas arquitecturas.
Y además, la división de la exposición en tres iglesias (Santa María, San Martín y El Salvador) hace que la misma se extienda a todo el casco histórico de Arévalo, un magnífico conjunto mudéjar del que ya hablamos aquí
Vicente Camarasa
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