Cuenta una piadosa leyenda que José de Arimatea intentó tallar una imagen de Cristo pero, incapaz de reproducir su rostro, terminó dormido sobre el trabajo que un ángel terminó por él.
Como ocurre en la leyenda de Santiago, una embarcación sin piloto lo lleva hasta las costas del mar Tirreno, siendo después transportado por un carro tirado por bueyes hasta depositarse (por decisión propia) en Lucca.
La imagen pronto se hizo famosa por sus múltiples milagros, siendo arrasada por los «astilleros» medievales que arrancaban sus trozos como verdaderas reliquias.
Fue así como se destruyó esta Santo Volto (probablemente del siglo VIII o IX) que, sin embargo ya había sido copiado en grabados, monedas u otras esculturas, como el Santo Volto de San Sepolcro (¿siglo X?) que, a su vez, sirvió de inspiración para el que actualmente se venera en Lucca (en torno al siglo XII)
Santo Volto de San Sepolcro
Una historia llena de revueltas que llegaría incluso hasta España
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