Ahora se encuentra doblemente «oculto» bajo un mar de pan de oro del retablo, las vestiduras de terciopelo y el pelo natural.
Y pese a todo sigue resultando una imagen asombrosa de la que tanto debe Pasión de Martínez Montañés (su discípulo).
De la talla completa (con los vestidos también tallados) nos restan sus prodigiosas manos y su rostro, que abandonó cualquier resabio manierista para conseguir una mirada de una ternura y desolación sin parangón, con sus ojos claros y la barba suavemente tallada
Para saber más de la capilla
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