Palios

26 enero 2024

Juicio de Paris. Rubens

Filed under: General — vicentecamarasa @ 17:27

En el famoso episodio del juicio de Paris, el príncipe troyano elegido como árbitro entre las tres diosas: Hera, Atenea y Afrodita, concede la manzana de oro como premio a la más bella a la diosa del amor. Ésta a cambio le concederá a Helena, la más bella mujer de Grecia. Lo que será el motivo de la larga guerra en torno a Troya. Dumezil ha glosado este episodio comentando que cada diosa representa a una función social: Hera la soberanía, Atenea la guerrera y Afrodita la productiva. La elección de Paris es significativa: prefiere la belleza y la abundancia placentera a los prestigios basados en el poder regio y en la fuerza de las armas[111].

Introducción a la mitología griega (Carlos García Gual)

Zeus organizó un banquete para celebrar las bodas de Peleo y Tetis, pero quiso invitar a Eris, la diosa de la discordia. Ella, sin embargo, acudió en secreto y dejó caer una manzana dorada con la inscripción ‘para la más bella’. Tres diosas reclamaron la manzana para sí: Hera, Atenea y Afrodita.

Zeus decidió que Paris de Troya decidiese quién debía ser la legítima propietaria de la manzana. Cada una de las diosas ofreció a Paris un regalo: Hera le otorgaría el gobierno de toda Asia y ser el hombre más rico, Atenea la victoria de todos sus combates y Afrodita le prometió el amor de la mujer más hermosa del mundo: Helena.

Esta estaba casada con Menelao, hermano de Agamenón, y se enamoró perdidamente de Paris por el encantamiento de Afrodita, y se fugó con él a Troya. El marido burlado y su hermano crearán un gran ejército para destruir Troya y rescatarla, muriendo en tal batalla grandes héroes como Ulises, Héctor o Ayax

En primer término, se encuentran las tres grandes diosas del Olimpo a la espera de su veredicto. Atenea muestra a sus pies los símbolos iconográficos que la caracterizan: el casco, la rodela o escudo y el búho (en lugar de una lechuza). Afrodita, una interpretación libre de la Venus de Médicis, con el rostro de Elena Fourment (la segunda esposa del pintor), ocupa el centro de la escena. Se cubre, en parte, por un manto rojo que atrae la atención del espectador y aparece acompañada de su hijo Eros (Cupido); otro pequeño eros revolotea sobre su cabeza y se prepara a coronarla con una orla floral, convencido, de antemano, de su triunfo. Hera, de espaldas, está rodeada de unos pavos reales, las aves encargadas de tirar de su dorado carro, y que solían servirla de signos de identidad, ya que en su plumaje se hallaban los múltiples ojos de Argos, el guardián de Io. Al fondo se divisa un hermoso paisaje en el que se ven pastando los blancos rebaños de Paris. Este bucólico marco ambienta la escena y atenúa la tensión generada por la rivalidad de las diosas.

Mitología e iconografía en la pintura del Museo del Prado (Pilar González Serrano)

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