En esta iglesia sevillana, junto a las famosas setas, se acumula un patrimonio ingente de imaginería. Hoy sólo comentaré dos de sus grandes tallas, exentas, colocadas a ambos lados del retablo mayor.
Su autor, Martínez Montañés, realizó dos obras claves para toda la futura iconografía jesuita (orden a la que pertenece la iglesia). La primera de ellas se dedicó al fundador y fue realizada hacia 1610.
San Ignacio aparece como una escultura de técnica mixta de cuerpo realizado a través de telas encoladas y talla en manos y cabeza. Al igual que muchas de sus obras fue exquisitamente policromada por Pacheco (el suegro de Velázquez) con su técnica mate que pretendía una mayor veracidad.
La segunda de las esculturas fue encargada 15 años después y en ella podemos ver la espectacular evolución que tuvo el maestro. Su realismo llega a extremos inverosímiles en manos y rostro (fijaros en las venas de su sien).
Pero también es increíble la penetración psicológica. Montañés realiza toda una profunda meditación sobre la muerte y las vanidades del mundo (vanitas) en esa mirada que mira sin ver una calavera que (en la actualidad) ya no se encuentra en sus manos.
Es la representación esencial de ese nuevo espíritu de renuncia a las vanidades del mundo que tan bien ejemplifica san Francisco de Borja que pronunció su famosa frase (nunca más serviré a señor que pueda morir) tras la terrible experiencia de ver los despojos de la emperatriz Isabel, esposa de Carlos V, a los que acompañó hasta Granada. Tras dicha experiencia renunciará al mundo siendo el tercer padre general de la Orden
UNA FOTOGALERÍA ENLAZADA DEL IMAGINERO
Textos e imágenes
Magnificas las fotos y el artículo. Tengo un inmenso privilegio de haberlas podido ver contigo.
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Comentarios por Cayetana — 20 julio 2010 @ 12:35