27 septiembre 2015
SANTA ANA DE JUAN DE JUNI. El poder del gesto
Esta obra, un relicario en busto de la madre de la Virgen, pertenece a los principios de la décadas de los 40, cuando el maestro borgoñón recala en Valladolid tras su estancia en León y Salamanca.
Su trabajo debe por tanto coincidir con una de sus grandes obras (el Santo Entierro del Museo de Valladolid) con el que existen parentescos en los rostros y trabajo de las telas y su policromía, aunque no en su forma básica de trabajo.
El propio tema obliga a Juan de Juni a prescindir de sus dos grandes arcas de estilo: el movimiento de brazos y cuerpos (serpentinata) y las poderosas anatomías.
Frente a ellas, Juni se centra especialmente en el rostro, que modela como si fuera barro (como ya había trabajado en León), gustando de mostrar la morbidez de una piel que ha perdido ya su frescura y grandes arrugas recorren su superficie.
En medio de todas ellas, y perfectamente remarcado por el mar de telas (lleno de un oleaje intenso, que subraya el gesto), nos encontramos con su mirada, tan sabia como terriblemente dolorida
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