EL SEPULCRO DEL TOSTADO. VASCO DE ZARZA

Se trata de una de las obras más importantes de nuestro renacimiento que combinan las claras influencias clásicas con el horror vacuii del último gótico flamígero que veíamos en las obras de Gil de Siloé.

Realizado en 1520 en la girola de la Catedral de Ávila, nos sorprende por el conocimiento de lo italiano (que vio in situ, viajando por el país, como después también lo harán, aunque con resultados muy distintos, Bartolomé Ordóñez  o Alonso Berruguete).

Tanto la idea del arco triunfal (derivada de los monumento fúnebres florentinos que ya vimos aquí) como el gran tondo central (más cercano, al menos en modelo, a las formas del Cinquecento) son evidentes.

Más complejas son las relaciones que se pueden establecer con la figura central (ya no tendida, sino sentada y leyendo, al modo plenamente humanista) con las que realizara Sansovino, con el que coincide en la manera de modelar y crear escorzos que la aproximen al espectador.

Sin embargo, todas estas novedades son casi encubiertas por una decoración menuda que está íntimamente relacionada con el mundo del plateresco, que rellena sin ninguna sensación clásica todo el espacio con veneras, candelieri, putti, roleos…

Varios de sus discípulos seguirán trabajando en la catedral, como el Trascoro que ya vimos aquí, evolucionando en sentidos muy distintos según temperamento y capacidad